El paisaje, uno de los motivos pictóricos tradicionales en la historia del arte, es sustituido en el trabajo de Michele Letelier, por el territorio leído como fuente de recursos minerales. En su trabajo la artista documenta los cambios topográficos y sociales que la minería va dejando a su paso. En una serie anterior, abordó el proceso de entierro, que duró seis años, del campamento de Chuquicamata (la mina de cobre a tajo abierto más grande del mundo ubicada en el norte de Chile) mediante el registro en video, fotografía, instalación y objetos encontrados que representaban el impacto que tuvo el proyecto de traslado de sus habitantes, debido al crecimiento de la mina y a las aplicaciones de normativas sobre contaminación medioambiental.
Esta vez la artista aborda mediante una video instalación compuesta de tres canales y un dibujo la metáfora del paisaje corroído, jugando con vistas micro y macro de un pedazo de carbón y el área donde es explotado en Alemania. La proyección del video consiste en un registro íntimo de la performance de la uña del dedo pulgar de la artista, intentando rasgar una briqueta de carbón (primer canal) esta imagen es acompañada por una panorámica de una fotografía satelital de Alemania (segundo canal) la que es mezclada con un montaje de diapositivas de un pedazo de carbón.
El conjunto de estos elementos, modula mediante distintas estrategias paradigmáticas de la tradición artística (dibujo, performance, video instalación) una metáfora en donde el material mineral, el territorio y su representación fotográfica satelital se tornan zonas sensibles, superficies afectadas por la intervención humana, cuya explotación y ocupación van dejando huellas, evidencias de un crimen que oculta el cuerpo, que ocultan lo que en palabras de Heidegger llamaríamos el “Ser” de la cosa.
El trabajo de documentar en forma artística este tipo de transformaciones del paisaje no es algo nuevo. Letelier aborda esta misma tarea, pero desde una reflexión que apunta a las transformaciones plásticas del material que mudo, subyace bajo la superficie del territorio. Su trabajo no sólo insiste en una documentación testimonial del deterioro o desgaste de la tierra, sino sobre todo en las relación cuerpo-materia que establecemos con el entorno.
La uña recién pintada de rojo, avanzando por la superficie de una briqueta de carbón, en la inminencia de su quiebre, reproduce metonímicamente la fricción con que el hombre se ha relacionado con la naturaleza. Como una femme fatal que clava sus uñas en la espalda del amado, marcándolo, la uña aquí expuesta va lacerando una piel dura, cuyo rechinar parece un gemido, pero que sin embargo cede a la marca.
El pedazo de carbón, convertido en ladrillo, ya ha cedido al control, ya se ha hecho molde, ya ha sido seriado, timbrado. Letelier, en sus dibujos y en el registro videográfico de estos trozos de material inerme, reconstituye el misterio que este pedazo de naturaleza ha perdido, devolviéndonos la subjetividad que enmudece detrás de su explotación que lo convierte en combustible. El dibujo delata la inmanencia de la cosa, desplazando su función económica, que lo destina a su consumo, es decir a su desaparición, para hacerse entonces gesto plástico. Mediante el dibujo de Letelier, el carbón se dibuja a sí mismo.
Valentina Montero