Uno de los aspectos que me fascina de la categoría de arte y nuevos medios es constatar cómo se han colado en este campo las viejas prácticas, las tecnologías obsoletas, los materiales reciclados… en fin… lo que va quedando fuera del discurso asociado a la innovación y la industria. Es por eso que me he dedicado a poner atención en los artistas de américa latina que a falta de high tech hacen uso de su ingenio antes que de su presupuesto para hacer arte tecnológico, utilizando basura o materiales de bajo costo, y, al mismo tiempo, rastrear las genealogías de esta tendencia en la cultura popular de nuestra región.
En octubre de 2015 presenté una ponencia en el III Encuentro de Nuevos Medios, realizado en Valdivia, Chile y el 2 de enero hice una presentación parecida en el Festival Drap-art, Barcelona
Hechizos
(extracto paper)
En Chile la denominación particular que tiene el desarrollo de los ensamblajes, inventos (cu), chapuzas (es) o gambiarras (br), recibe el curioso apelativo de “hechizo/a”. En la crónica policial de la prensa es habitual encontrar la denominación de “arma hechiza”, para referirse a revólveres o escopetas hechos con piezas de tubería metálica; plástico o madera. Según la RAE, la palabra, como adjetivo hoy en desuso, indicaba algo “contrahecho, falseado o imitado”. Pero al mismo tiempo, la connotación mágica que reviste esta palabra parece apropiada para describir el proceso de transformación que revisten los objetos. Como en la brujería los materiales a usar en un nuevo aparato tecnológico desobediente, provienen de la basura, de los márgenes, de lo desperfecto o lo inútil, pero también implican la imaginación, el deseo y el manejo una serie de conocimientos y habilidades; saber deletrear el conjuro (código). Recordemos cómo el hada de Cenicienta utiliza una calabaza y unos ratones para convertirlos en un carruaje. De la misma manera, el “hechizo” significa un ejercicio de transformación de lo real que, aunque sea a baja escala, modificaría la realidad y sus limitaciones.
Hoy en día, desde el campo artístico tecnológico, la realización de estos artefactos híbridos intentan recuperar una tradición que ya estaba inscrita en el folclor popular -pues emergieron coyunturalmente desde la escasez material-, pero estas prácticas también son asumidas desde un posicionamiento político. Por un lado, se visualiza en ellas una potencia crítica que pone a prueba las capacidades creativas de los artistas -aludiendo a los ensamblajes dadaístas y surrealistas, por ejemplo- y, por otro lado, permite articular desde la resistencia un discurso que va a contracorriente de los mandatos de la industria y el comercio. En ese sentido, el uso de baja tecnología no respondería sólo a una condición subalterna en términos económicos, sino a una posición crítica al sistema artístico y económico que algunos artistas intentan contestar.
La creación de prácticas y objetos experimentales -híbridos entre inventos tecnológicos, objetos de diseño y obra artística- lejos de consistir en ejercicios estético o formalista, pretende inscribirse como metodología de acción a un nivel micro-político que logre acompañar el curso de las mutaciones sociales contemporáneas. Hay un reconocimiento de los artistas como seres integrados en las problemáticas sociales. La figura del artista ya no se concibe como “un ser ajeno, subjetivo en la penumbra de su taller” [10] sino que por el contrario se ve a sí mismo como un agente activo en la trama cultural, capaz de contribuir no sólo en la construcción de dispositivos de enunciación de lo real, sino también de transformación.
*(Fotografía tomada del fan page de Liucura, octava región, Chile)